
Que Juan Ramón Jiménez fue un genio de la literatura, no se puede negar, así lo atestigua por ejemplo su Nobel de literatura del año 1956 y así paso a la historia. Pero además de eso, nuestro paisano era también un tipo peculiar, extremadamente hipocondriaco y neurótico, podríamos decir que rozando en alguna ocasión lo insoportable.
Como muestra, esta es una de las tantas cartas que escribió a otro insigne literato, Rubén Darío:
“Mi salud no es buena: la continua taquicardia -que a veces llega a ser paroxística- de mi enfermedad nerviosa debe haber determinado una hipertrofia del ventrículo izquierdo, a lo que puedo juzgar. Lo que piensan de esto los médicos no lo sé, pues, como usted comprende, ellos no dicen la verdad… si la saben. No puedo andar mucho, porque viene la fatiga muscular y la disnea; así es que me paso el día en el jardín o en el cuarto de trabajo, leyendo, soñando, pensando y escribiendo.”